La entrada de los germanos empujó a masas de población hacia el Norte y el Oeste desde las comarcas mencionadas en primer lugar. Entre ellos a los vascones que hasta entonces habían vivido al Sur del Ebro. Esta masa de gente se volcó sobre unas tierras ya de por sí pobres y azotadas además por revueltas desde finales del siglo III. Con lo cual se creó una situación explosiva. Los habitantes de estas tierras no tenían muchas más alternativas que dedicarse al pillaje y al saqueo. Se formaron bandas de “bagaudas”, gente pobre que no tenía nada que perder y que sólo subsistía de lo que saqueaba. Por contagio se alzaron bandas de cántabros y astures que estaban poco romanizados y que se unieron a la revuelta “bagauda”. Los bagaudas pronto fueron un problema serio para el orden público en las mitades Norte de las provincias Tarraconense y Cartaginense. Sin fuerzas militares para contrarrestar la amenaza, el Imperio vio como en las comarcas indicadas la autoridad imperial o simplemente provincial se esfumaba.
El Imperio ofreció a los bárbaros en 411 el pacto por el que los alanos se quedaron con la Lusitania y Cartaginense en calidad de foedus. Llegaron a ser conocidos más tarde por sus cacerías masivas y sus perros de pelea, que introdujeron en Europa. Una raza de esos canes, aún lleva el nombre de “alana”. Al parecer también empleaban estos perros para la guerra.
Los alanos que llegaron a Hispania no eran un grupo muy numeroso, se estima solo en 30.000, pero a pesar de su escaso número, ejercían la supremacía entre vandalos y suevos, quizás debido a la superioridad en caballería.
En 412, el rey alano Atax o Attaces conquistó la ciudad de Emérita Augusta (Mérida) y estableció en ella su corte durante seis años.
En el 417 tras un acuerdo entre el Imperio Romano de Occidente y el rey visigodo Valia, se decidió la expulsión de los bárbaros de Hispania que habían cortado el suministro de grano procedente del norte de África y de la Bética. Valia con su pueblo se dirigió a Hispania y dejó a los no combatientes en Barcelona. Primero se dirigió contra los vándalos silingos que ocupaban la Bética a los que derrotó en una sangrienta batalla, su rey Fredbal fue hecho prisionero y enviado Roma.
Después se dirigieron contra los alanos a los que derrotó en una batalla en el 418, en la que pereció el propio rey Ataces. Los supervivientes no eligieron otro rey, sino que se acogieron al rey vándalo asdingo Gunderico para que aceptara la corona alana. Aunque algunos de estos alanos permanecieron en Hispania, la mayoría se dirigió al norte de África con los vándalos en 429. Los posteriores reyes vándalos de esta zona se hacían llamar Rex Wandalorum et Alanorum (Rey de los vándalos y de los alanos).
Texto extraído de: Arre Caballo
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